lunes, 20 de abril de 2009




Ahora el cine es sólo un sueño


Cinema Paradiso

lunes, 9 de marzo de 2009




"Yo no creo que el cine en la sala esté muerto, como no creo que estén muertos los periódicos, algo que también se está diciendo ahora. Yo no me voy a una cafetería a leer el periódico con mi ordenador, y como yo, mucha gente. Hay muchas cosas paradójicas, como la de que veo mucho mejor las películas en mi televisión de plasma que en una sala de cine, y eso me da escalofríos, porque a mí lo que me gusta es ir al cine, sentarme con otras personas que no conozco. Las nuevas tecnologías dan una calidad extrema para ver el cine en casa, pero, a la vez, esas mismas tecnologías y la cantidad de posibles ventanas están maleducando el gusto de los jóvenes y han degradado el producto cinematográfico, de igual manera que lo han degradado en la música los iPods."






Lo mejor de las promociones de los nuevos estrenos es que,
de vez en cuando, el cine habla por boca de sus directores


La entrevista completa a Pedro Almodovar en El País Semanal en: http://www.elpais.com/articulo/portada/Fundidos/negro/elpepusoceps/20090308elpepspor_6/Tes







martes, 3 de marzo de 2009


Las horas del día
La muerte como rutina


No son muchas las ocasiones en las que el simple reflejo de la realidad más cotidiana acaba resonando tanto tiempo en el vacío. Las Horas del día, película debut de Jaime Rosales, narra la vida en sí misma. No cuenta una historia, ni siquiera tiene un guión potente o unos personajes difíciles.

En la ausencia de recursos radica el impacto de la obra. La frialdad en sí misma hace que el espectador permanezca inmóvil ante la pantalla, quieto pero inquieto, atento pero expectante.

La perfecta situación en la acción mediante planos fijos nos lleva hasta el epicentro del hastío. Es el corazón de un barrio obrero donde la no-acción se realiza, un lugar donde la rutina es el máximo exponente de la soledad como medio de vida.

La sencillez provoca ese desasosiego propio del aburrimiento, donde el espectador constantemente espera que pase algo, bueno o malo, pero que pase. El plano fijo y el cuadro y fuera de cuadro, utilizados a lo largo de todo el film, hacen que entremos y salgamos constantemente de la vida de Abel, personaje protagonista.

La anodina existencia de Abel nos conduce hasta sus pequeños logros y batallas, preocupaciones, deudas y sueños; miserias y problemas de un hombre cualquiera, sin olvidar además el toque de surrealismo que llena la película y caracteriza a su protagonista y a su propia psicología.


En definitiva, nos encontramos ante un film donde el retrato hiperrealista de lo cotidiano entronca con los cuadros costumbristas de Yasujiro Ozu, una visión estática de la realidad y con la cámara como elemento ajeno al actor, donde las cuestiones más insospechadas se transforman en casi normales, donde la realidad llega, de nuevo, a superar la ficción.

domingo, 22 de febrero de 2009


Crónica de una muerte anunciada

Los excesos pasan factura 




Si la muerte, por definición, es el cese de las funciones vitales básicas no es de extrañar que el cine agonice en estos tiempos que corren. Los años de taquillazos insípidos, el cierre de las principales salas de las ciudades, Internet, las películas con menos guión que caspa y, sobre todo, la imperante necesidad de rentabilizar hasta el último fotograma de cada cinta han hecho que el cine se encuentre en el paroxismo de su agonía. 

¿Arte o negocio?


Sin embargo, lo curioso de la muerte es que llega cuando menos lo esperas, cuando estás a punto de lograr tus objetivos o cuando ya los has logrado y puedes comenzar a disfrutarlos. El cine ha enfermado en mitad de estos dos momentos.


Aunque bien pensado, ¿se trata de una dolencia repentina o es más bien el reflejo de años de exceso de celuloide? En cualquier caso y como en muchas películas los muertos pueden resucitar...