martes, 3 de marzo de 2009


Las horas del día
La muerte como rutina


No son muchas las ocasiones en las que el simple reflejo de la realidad más cotidiana acaba resonando tanto tiempo en el vacío. Las Horas del día, película debut de Jaime Rosales, narra la vida en sí misma. No cuenta una historia, ni siquiera tiene un guión potente o unos personajes difíciles.

En la ausencia de recursos radica el impacto de la obra. La frialdad en sí misma hace que el espectador permanezca inmóvil ante la pantalla, quieto pero inquieto, atento pero expectante.

La perfecta situación en la acción mediante planos fijos nos lleva hasta el epicentro del hastío. Es el corazón de un barrio obrero donde la no-acción se realiza, un lugar donde la rutina es el máximo exponente de la soledad como medio de vida.

La sencillez provoca ese desasosiego propio del aburrimiento, donde el espectador constantemente espera que pase algo, bueno o malo, pero que pase. El plano fijo y el cuadro y fuera de cuadro, utilizados a lo largo de todo el film, hacen que entremos y salgamos constantemente de la vida de Abel, personaje protagonista.

La anodina existencia de Abel nos conduce hasta sus pequeños logros y batallas, preocupaciones, deudas y sueños; miserias y problemas de un hombre cualquiera, sin olvidar además el toque de surrealismo que llena la película y caracteriza a su protagonista y a su propia psicología.


En definitiva, nos encontramos ante un film donde el retrato hiperrealista de lo cotidiano entronca con los cuadros costumbristas de Yasujiro Ozu, una visión estática de la realidad y con la cámara como elemento ajeno al actor, donde las cuestiones más insospechadas se transforman en casi normales, donde la realidad llega, de nuevo, a superar la ficción.

2 comentarios:

  1. Eso eso, que a ver si me la dejas xd

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  2. Me da que después de leer esto me pongo en la lista de espera justo detrás de Corcho, señorito Pablo :D

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